Acerca de Villa de Soto

Villa de Soto es una Ciudad con Alma de pueblo.

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El abrazo del río la vuelve fértil, va desenterrando el pasado comechingón que atesora esta tierra preñada de historias.

El Río de Soto, baja desde los gigantes, va serpenteando en la montaña y se reposa, calmo, en las blancas arenas de sus costas. Subiendo su cauce, a 6 km de la ciudad, se encuentra el balneario “La Toma” un lugar único para disfrutar de los cerros y las ollas de agua que se forman entre las piedras. Fauna silvestre y vegetación autóctona hace de este lugar un paraíso para los turistas, donde las caminatas, el trekking y las salidas fotográficas se vuelven irresistibles.

Ubicada en un lugar estratégico dentro de la Región Noroeste, en la intersección de la Ruta Nacional N°38 y la Ruta Provincial N°15, Villa de Soto es un lugar neurálgico para recorrer los paisajes únicos de nuestro valle.

La naturaleza florece y el río juega entre las piedras refrescante… escurridizo baja la montaña presuroso y se conserva puro, sus aguas llenan de vida, cuidamos la vida cuidando su agua. Y así, el círculo perfecto nos nutre de conciencia y de futuro. Te invitamos a disfrutar nuestro verde y nuestro natural espíritu.

Nuestra historia

Muchas cosas sucedieron en la historia de la Villa y la denominación final que recibió. Las cosas no resultaron sencillas para los primeros conquistadores que llegaron hasta la actual población de Villa de Soto. Don Francisco Suárez Figueroa anduvo por estos parajes por el año 1573, e intentando tomar las tierras en nombre de los reyes de España, fue resistido por los indígenas, debiendo finalmente huir. Pasaron 40 años más hasta que los extranjeros se apropiasen por la fuerza de las tierras de los aborígenes.

El año 1614 es la fecha que consta en el archivo histórico de Córdoba cuando el entonces gobernador del a Provincia, Luis Quiñónez y Osorio, obsequia estos latifundios a Tristán de Tejeda, padre del poeta argentino Luis de Tejeda.

Entonces, los ranchos y el aserradero que conformaban el “Valle de Chuto” quedaron oficialmente en manos de los Tejeda. Años después, cuando esta posesión fue ratificada ante el gobernador Jerónimo Luis de Cabrera, éste ordenó cambiar el nombre del Valle de Chuto, (que hacía referencia al cacique “Ojos Lindos”, quien colaboró en la construcción de los primeros asentamientos) bautizándolo con el nombre de “Soto”, palabra que en español remite al significado de “Valle Fértil”. Así sucedió que este mote ha perdurado en el tiempo derivando el nombre de la población actual: “Villa de Soto”.

Naturaleza virgen

En tiempos de su descubrimiento, la comarca fue descripta por los españoles como un valle fértil y de frondosa vegetación, donde los indígenas trabajaban la tierra regándola por medio de acequias y canales. Actualmente, y a pesar de las incidencias del hombre en el medioambiente, esta zona serrana conserva la pureza de sus aguas, y una flora y fauna muy rica.

Se destaca por los bosques naturales de aromos, chañares, mistoles y otras especies que permiten el desarrollo de la producción rica miel. La geografía de las sierras, las quebradas caprichosas del valle y los ríos hacen que Villa de Soto tenga un clima atractivo, particularmente en los meses previos al otoño, prolongando de esta manera la temporada estival en comparación a otros lugares vecinos del Valle de Punilla.

Como todo lugar serrano, esta villa también es una invitación para los que buscan la tranquilidad de los ríos mansos y claros, en especial para los que disfrutan de la pesca y los deportes náuticos ya que a muy pocos kilómetros se encuentra el Dique Pichanas y al “Quicho”, paraje de aguas termominerales de valor curativo.

VILLA DE SOTO es punto de partida para aventuras en vehículos tipo 4 x 4 por sinuosos caminos de tierra, abiertos en medio de un paisaje serrano, agreste, entre pajonales y variadas especies de árboles y arbustos, surcados por arroyos.

De Caciques y Jesuitas

Toda esta extensión del noroeste cordobés atesora un gran patrimonio cultural e histórico heredado de los asentamientos originales del lugar. En posible encontrar en la zona restos de pinturas prehispánicas, fiel testimonio que reafirma la posesión vernácula de estas tierras.

Los bosques serranos donde hoy se asientan poblaciones como Villa de Soto, sirvieron de hábitat a los helen, más conocidos como indios comechingones. Con frecuencia, es común hallar por estas latitudes vestigios de las piedras horadadas que los aborígenes llenaban de agua para usarlas como espejos en la observación de los astros.

La herencia hispana trajo consigo otras costumbres, otro idioma, otra religión, que se fueron involucrando con los modos nativos, creando fusiones en algunos casos y rupturas en otros. El período de colonización ha dejado sus huellas en esta franja del territorio que se manifiesta en las construcciones que datan de los siglos XVII y XIX.

Tal es el caso de las iglesias de San Marcos Sierra, La Higuera, a unos 15 Km. de la localidad, y más al sur las capillas de Salsacate y de Pocho. Algunos de estos templos forman parte de un tradicional recorrido llamado “Circuito de las Siete Iglesias”, un paseo lleno de historia, encanto y religiosidad que se realiza durante la Semana Santa.

La peregrinación reúne a los feligreses en el pueblo de San Marcos para comenzar con el itinerario, que continúa por Los Sauces, Cruz del Eje, Villa de Soto hasta llegar a La Candelaria, iglesia jesuítica que integra el grupo de las estancias que han sido declaradas patrimonio de la humanidad.